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Juan Asensio, el capo que controló Almería y fue ejecutado en su portal
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Juan Asensio, el capo que controló Almería y fue ejecutado en su portal

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Se la conoce por los invernaderos, las playas, el Spaghetti Western y, últimamente, por Vox, pero en la provincia de Almería durante más de 20 años hubo una mafia que controló los resortes más importantes y que podría protagonizar El Padrino a pequeña escala o una serie violenta de Netflix.

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Su emporio se extendía por todos los locales de copas, discotecas y cines y dejó un reguero de sangre por las calles de una ciudad que está alejada de todo. Y en los años ochenta y noventa, Almería estaba más lejos de todo que ahora.

Un aislamiento que favoreció la impunidad del empresario local Juan Asensio (Alhama de Almería, 1933), el dueño autóctono y absoluto de los bajos fondos de la ciudad costera con más horas de sol de Europa. Forjado en la calle pero en el seno de una familia con posibles gracias al negocio del esparto, cuando su nombre salta de forma masiva por el asesinato de su primera esposa en marzo de 1985 Asensio ha pasado más de 40 veces en su vida por comisarías: toda Almería lo conoce. Había huido a Brasil y se cuenta que acabó con su propio padre -alcohólico- tras poner éste todo a nombre de Juanico. Durante el Franquismo, Asensio llegó a ser detenido hasta por “insultar a las fuerzas armadas” o por “insolencia” ante la autoridad.

El último Gobernador Civil de Almería, Tomás Azorín, procuró que no trascendieran las fechorías de Juan Asensio para lavar la imagen de la provincia ante Madrid. De naturaleza brutal, su fachada legal son los cines que hereda y amplía; pero extorsiona locales y mueve la heroína y el hachís, regenta prostíbulos y fotografía a sus clientes, contrata sicarios y da palizas. Se pelea con Baltasar Garzón, con toda su familia carnal, va a la cárcel. En febrero de 2004, Asensio es asesinado por un profesional de dos tiros en plena cara en el portal de su céntrica vivienda de la Calle Méndez Núñez. Ahora se cumplen 15 años de este crimen sin esclarecer.

Como tampoco se ha esclarecido el asesinato en septiembre de 2006 del que fuera su socio y gran rival, el italiano Giusepe D’Amico. Vinculado a la Camorra napolitana, Asensio y D’Amico se amistaron cuando el primero buscó un aliado para introducir la cocaína por el Levante hacia finales de los ochenta. Y quién mejor que Asensio para tal menester, cuya red de empleados lumpen y policías era inagotable en una ciudad donde la marginalidad estaba -y sigue- a la vista; donde fumar hachís era algo completamente normal, como ya retratara Goytisolo (la “grifa”) en su libro La Chanca.

D’Amico y él no se soportan, pero durante un tiempo conviven. Asensio tuvo otro enemigo: Joaquín Abad, director de La Crónica de Almería entre 1982 y 1998, año en que el rotativo echa el cierre. A los tres años de nacer, La Crónica cubre el asesinato de la esposa de Juan Asensio, de la que el hampón llevaba 13 años separado y con la que mantenía un fuerte litigio económico (su fortuna se estimaba en 1.800 millones de pesetas de la epoca). Todo el mundo vio cómo el temido prohombre la descerrajaba cuatro tiros en la calle de Virgen de Lourdes y la pisoteaba la cara, ya cadáver. Al trascender la muerte de la madre, uno de los cuatro hijos de la pareja, Antonio, localiza al padre frente a los Cines Monumento, de su propiedad. Minutos después, Juan Asensio es arrestado portando un sable y muy cerca de cometer un doble parricidio.

Aterrado de su progenitor, Antonio Asensio acude a Joaquín Abad. “Antonio se presenta en La Crónica a los pocos días del crimen y me dice: ‘Tú no sabes quién es mi padre’. Pues no, no lo sé, le respondo. ‘Mi padre no es el empresario de los cines que todo el mundo cree'”, relata Abad. Al día siguiente La Crónica de Almería abre con grandes entrecomillados atribuidos a Asensio hijo: “Este crimen tiene el sello de mi padre”, reza la portada. Vendrán centenares de portadas más. “Es muy probable que ahora los testigos que reconocieron a mi padre tengan miedo y no se atrevan a ser firmes en sus declaraciones”, señala el hijo. Dicho y hecho: todos los testigos de repente dudaron o negaron que el ejecutor fuera Juan Asensio. Los errores periciales y la ausencia de testimonios devuelven la libertad a Asensio en un santiamén.

Joaquín Abad recibe a El Independiente en su despacho del selecto barrio de Arapiles en Madrid, donde gestiona una empresa –Cibeles– que ofrece soluciones digitales a medios. El año pasado presentó en la Librería Picasso de Almería sus vivencias como director de La Crónica, Descubriendo a Juan Asensio. El libro más completo que existe acerca del mafioso. Abad nació en Almería pero lleva casi 20 años en Madrid. “Creo que la sociedad almeriense fue cobarde con este tema”, evoca con tristeza el periodista. “Recuerdo la llegada del comisario Enrique Mora. Mora me pidió el favor de facilitarle una relación de matrículas de coches de la banda o su emisora de frecuencias. Le contesté que sí y que a qué agente debía entregarle todo el pedido. ‘Estás loco’, me respondió. ‘¿Te fías de alguien aquí en la policía?’. Más del 90% de crímenes en la ciudad estaban relacionados de alguna manera con Asensio”.

Asensio fue detenido en 1992 por el asesinato del mercenario belga Christian Poulain. Éste confesó todo a Garzón antes de morir.

En septiembre de 1986 se produce un incendio intencionado en la rotativa de La Crónica. En diciembre de ese año aparece una mochila en la redacción con cables, pilas y un tubo metálico que resultó ser una bomba de fabricación casera con 20 kilogramos de metralla sobre un kilo de pólvora. Habrá más artefactos incendiarios contra el medio. En 1987, Asensio confiesa a Abad que pudo matarlo en su garaje porque el vecino del periodista -dueño de una agencia de detectives- le facilitó las llaves del trastero. Convoca hasta una rueda de prensa para airear que tiene pruebas de que el director del periódico es homosexual. El 3 de julio de 1989, dos individuos enmascarados disparan contra el todoterreno Suzuki de Abad cerca de la casa de éste en Pechina, en el extrarradio. Tiran contra el director de La Crónica, que salva la vida al agacharse.

Los sicarios serán condenados en 1993 a 40 años por el intento fallido y por otro similar contra el ex alcalde de Roquetas, Juan Emeterio Martínez. Asensio también quiso asesinar al concejal de IU Salvador Fuentes, al oponerse éste a la cesión de un párking gratuito para el mafioso. En 1996, Joaquín Abad ingresa en prisión una semana por escuchas ilegales a Asensio.

Un capo desatado

Abad se obsesiona con Asensio y Asensio con Abad. Pero a partir de 1985, el capo actúa de manera desatada con todos sus rivales. Le da igual su crimen impune y ordena asesinar al entonces novio de su ex mujer Ángeles García Dionis al considerar humillante que ésta haya mantenido relaciones estando aún casada con Juan Asensio. El 6 de mayo de 1987, el carnicero Ángel Martínez recibe cuatro tiros por la espalda en su puesto del mercado de Roquetas de Mar. Ya había sufrido otro atentado en 1984. Salva la vida de milagro.

Antes de la llegada de D’Amico, su obsesión es su propia familia. Cree que van a por su herencia, y así es. Días después de la confesión de su hijo a La Crónica, el padre empotra un Land Rover contra la tienda de ropa infantil de Antonio Asensio. El hermano de Juan Asensio -Antonio- y otro de sus hijos -Juan José- son desterrados por orden suya a Granada. Ambos se asocian para explotar un cine, que es incendiado en mayo de 1985. También prende fuego a la única sala de cine de la competencia en Almería, un modesto local muy remoto ubicado en Viator y frecuentado por legionarios. En julio de 1987, un vagabundo alemán , Gert Brall, al que contrataba para encargos puntuales yace muerto en la Calle de las Tiendas: había quemado un Volkswagen Golf propiedad de Juan.

Tal es el poder de Asensio, que en 1991 el alcalde socialista, Fernando Martínez, le pide ayuda para garantizar la seguridad de Sus Majestades los Reyes Juan Carlos I y Sofía durante una visita al conflictivo barrio de Pescadería. El cortejo real fue un éxito gracias a las gestiones del malhechor.

El lance más truculento lo mantiene con Baltasar Garzón, que en 1986 era titular del Juzgado de Instrucción Número Tres de Almería. Tras una discusión, agarra del cuello a Garzón en el despacho del segundo, lo zarandea y lo amenaza de muerte. El magistrado ordena su inmediata detención, pero el secretario se niega a levantar acta y los funcionarios se hacen los suecos: nadie ha visto nada. Garzón se marcha llorando a casa. Abandonará la ciudad más oriental de Andalucía poco después por petición propia. Pero volverá a juzgar al mafioso años después, ya en la Audiencia Nacional.

Guerra con D’Amico

Giuseppe D’Amico llega en 1985 con la intención de introducir la cocaína en Almería. Monta una macro discoteca, la H2O, y el burdel más grande de la provincia. Asensio ve mermar sus ingresos pero no es tonto: aunque el italiano y el de Alhama se desprecian mutuamente, con la Camorra se negocia. Y la Camorra necesita a las huestes de delincuentes de Asensio. Firman un acuerdo y conviven cinco años, hasta que tienen serias diferencias por unos alijos interceptados a Asensio que éste se niega a pagar al italiano.

Asensio se estremece: huye de Almería y se refugia en una vivienda en San José, en el Cabo de Gata. Y estaba en lo cierto: en junio de 1990, D’Amico organiza un comando armado hasta los dientes para matar al empresario de los cines en San José, pero es interceptado gracias a un infiltrado que tenía Asensio. D’Amico es detenido y extraditado a Italia, pero volverá en pocos meses.

Se ha quedado sin rivales y es el mandamás de la localidad. Pero la alegría le dura poco: en abril de 1992 discute frente a la puerta del burdel Club21 de Níjar con el mercenario belga Christian Poulain. Poulain, que fanfarroneaba de sus hazañas como paramilitar en África, no hacía lo mismo con Asensio: le profesaba tanto pavor que dejó escrita una carta de su puño y letra al juez Garzón confesando sus delitos y pidiéndole protección. Razón no le faltaba: el motivo de su crimen era la negativa del belga a liquidar al periodista Joaquín Abad. En noviembre de 1992 caen Asensio y los cabecillas de su banda a raíz de un operativo policial coordinado por distintos jueces -entre ellos Garzón desde Madrid-. La Audiencia Provincial le condena a 20 años, pero sale en ocho.

En Alcalá Meco traba íntima amistad con Mario Conde. Lo entrevista Jesús Quintero en Antena 3, donde cuenta una versión completamente alucinante de la muerte de Poulain, según la cual no es culpable. Golpea la mesa durante la entrevista y se hace sangre en la mano. Su manera de hablar delata su naturaleza salvaje: “En la ciudad de los ciegos”, dice, “el tuerto es el rey. En Almería son una maná de tontos y llega un periodista de Madrid [Abad] y dijo: a éste [Asensio] me lo subo yo para arriba para vender periódicos”.

“Cada vez que hablaba de mí en la entrevista se liaba a puñetazos con la mesa”, dice Joaquín Abad. “Quintero ese mismo día tras la visita a Alcalá Meco viene a Almería y me enseña una parte de la grabación en la que Asensio, creyendo que la cámara no funciona, se confiesa. Y le suelta a Quintero que si a él le pasaba algo había una lista de diez personas a las que matar, entre ellas yo”.

Almería, Salvaje Oeste

Al salir le toca convivir con los locales nocturnos de D’Amico, amo y señor de la noche almeriense. Y con la llegada de nuevas mafias del Este, que tampoco conocen escrúpulos. La violencia sin embargo sigue: de 1996 a 2002 las denuncias policiales crecen un 70%, frente a un 30% de aumento de media nacional. En el año 2000 los delitos multiplicaban por 16 a los registrados en País Vasco, donde ETA todavía seguía operando al igual que la kale borroka.

En los primeros seis meses de 2004 se producen 11 crímenes en la provincia. Uno de ellos el de Juan Asensio. Otro, el de su fiel guardaespaldas y policía nacional, Antonio Bernabé Capel El Chino, a manos de Juan José Asensio, hijo del padre, cinco meses después de morir el capo.

A Asensio se cree que le pudo ajusticiar la mafia rumana pero en realidad no se sabe. Quizás fuera un encargo de D’Amico. El 7 de febrero de 2004 recibe dos tiros, uno en la boca y otro en la frente, para ser hallado en el ascensor a las tres de la madrugada por un vecino que volvía de copas.

Tortura y muerte del napolitano

El 14 de junio, el guardaespaldas Bernabé Capel va dentro de un coche con su padrastro y se encuentra a Asensio hijo, alejado desde pequeño de su padre. El Chino baja del coche, le llama “hijo de puta” y “maricona” a Juan José. Éste le responde y El Chino le golpea: le abre la cabeza, le deforma la cara, pero a Juan José Asensio le da tiempo a sacar su arma reglamentaria y a disparar mortalmente contra el guardaespaldas tres veces. Fue en defensa propia -nunca un acto de venganza- y le cayeron solo cuatro años.

Solo queda D’Amico, quien no durará mucho: en septiembre de 2006 el educado napolitano es hallado sin vida en un cortijo de Pechina. Había sido torturado y como colofón recibió cinco balazos. El arma con el que lo dispararon fue encontrada en abril de 2009 en el jacuzzi de un proxeneta conocido como El Francés. Nunca apareció el autor. El asesinato de D’Amico puso el colofón a la novela negra más desconocida de Almería.

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